Indiscutible semejanza la que se le ocurrió a mi hermano de 5 años al ver el desastre de arroz medio pasado que cociné el otro día (que vida la del aprendiz de cocina...). "Esto es la papilla nacional" soltó a mitad de comida, lo que me recordó a los antiguos comedores del ejército, donde, a veces miércoles, otras jueves, se servía la típica fabada distante a más no poder de la que cocinan las típicas abuelas de pueblo.
Pero lo peor no era eso (o por lo menos no era solo eso), el problema residía en la forma en la que se servía la fabada dada su constitución: en jarras de boca grande que, acompañadas de un buen manejo del recipiente por parte del "maître" (por supuesto eso se servía sin cuchara), acababa en una especie de puré digno de las peores cárceles de película.